Para analizar a la persona de Jesús mediante la historia, primero tenemos que saber cómo definir la historia.
La historia se define mediante:
Los artefactos: objetos y restos físicos del pasado.
Las narrativas: relatos y documentos escritos u orales.
Los efectos: las consecuencias e influencias en la sociedad y cultura.
Para estudiar a "Jesús en la historia", nos enfocaremos en las narrativas, mediante documentos históricos, algunos de los cuales fueron seleccionados e incluidos en la Biblia. Aunque los católicos creemos que estos libros son la Palabra de Dios, en este análisis los trataremos como simples registros históricos. La Biblia, cuyo nombre significa "biblioteca", es una recopilación de libros y documentos que nos ofrecen una valiosa perspectiva histórica sobre la figura de Jesús. Al considerarlos desde esta óptica, podremos explorar su vida y legado con objetividad y rigor académico.
Evangelio de Mateo: Presenta a Jesús como el Mesías prometido, cumpliendo las profecías del Antiguo Testamento. Un texto representativo es el Sermón del Monte (Mateo 5-7), donde Jesús expone principios éticos y espirituales que forman la base de su enseñanza. Léelo aquí
Evangelio de Marcos: Es el evangelio más breve y posiblemente el más antiguo, destacando la acción y el sufrimiento de Jesús. Un texto clave es Marcos 10:45: "Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos." Léelo aquí
Evangelio de Lucas: Ofrece una visión amplia de Jesús como Salvador universal, resaltando su compasión hacia los marginados. Lucas 4:18-19 es representativo, donde Jesús lee del rollo de Isaías en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres." Léelo aquí
Evangelio de Juan: Enfatiza la divinidad de Jesús y su relación con el Padre. Un texto representativo es Juan 1:1-3: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho." Léelo aquí
Declaraciones en el Libro de los Hechos de los Apóstoles: Este libro narra la expansión de la Iglesia primitiva desde Jerusalén hasta Roma, subrayando la obra del Espíritu Santo y el liderazgo de figuras clave como Pedro y Pablo. Un pasaje central es Hechos 2:42-47, que describe la vida comunitaria y el crecimiento de la Iglesia tras el Pentecostés.
Credo de 1 Corintios 15: Pablo cita un credo primitivo en 1 Corintios 15:3-7, formulado probablemente entre los años 30 y 40 d.C., poco después de la crucifixión de Jesús: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas (Pedro), y después a los doce..."
Escritos de los Padres Apostólicos: Estos textos, que datan de finales del siglo I y principios del II, incluyen cartas y documentos de figuras como Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna, que ofrecen testimonios tempranos sobre las enseñanzas de Jesús y la vida de la Iglesia primitiva. Un ejemplo es la carta de Ignacio a los Efesios, donde afirma: "Nuestro Dios, Jesucristo, fue llevado en el vientre de María conforme al plan de Dios, de la descendencia de David y del Espíritu Santo."
Flavio Josefo (c. 37-100 d.C.): En Antigüedades judías 18.63-64, Flavio Josefo, un historiador judío que escribió en Roma, hace referencia a Jesús en un pasaje conocido como el Testimonium Flavianum:
"Por aquel tiempo vivió Jesús, un hombre sabio, si es lícito llamarlo hombre. Porque fue un hacedor de obras maravillosas, un maestro de hombres que reciben la verdad con placer. Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Él era el Cristo. Y cuando Pilato, a instigación de los hombres principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, aquellos que lo habían amado desde el principio no dejaron de hacerlo. Y al tercer día se les apareció restituido a la vida, como los divinos profetas habían predicho estas y diez mil otras cosas maravillosas sobre él. Y todavía hasta este día, el grupo de cristianos, así nombrados por él, no ha desaparecido."
Fuente: Flavio Josefo, Antigüedades judías, Libro 18, capítulo 3, párrafos 63-64.
Tácito (c. 56-120 d.C.): En Anales 15.44, Tácito, un senador e historiador romano, hace referencia a la persecución de los cristianos tras el gran incendio de Roma, bajo el emperador Nerón:
"Nerón cargó con la culpa [del gran incendio en Roma] e infligió las más exquisitas torturas a una clase odiada por sus abominaciones, llamada cristiana por el populacho. Christus, de quien procede el nombre, sufrió la pena extrema durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y una superstición muy maliciosa, así controlada por el momento, estalló nuevamente no sólo en Judea, la primera fuente del mal, sino también en Roma."
Fuente: Tácito, Anales, Libro 15, sección 44.
Plinio el Joven (c. 61-113 d.C.): En su Carta a Trajano (Epístola 10.96), Plinio el Joven, un gobernador romano en Bitinia, describe cómo manejaba a los cristianos en su provincia y menciona sus prácticas religiosas:
"Ellos [los cristianos] tenían la costumbre de reunirse en un día fijo antes del amanecer y recitar un himno a Cristo como a un dios, y se comprometían mediante juramento a no cometer actos inmorales, no cometer fraude, robo, adulterio, no mentir, ni negar depósitos cuando se les solicitaba su devolución. Después de hacer estas cosas, era su costumbre dispersarse y luego reunirse nuevamente para tomar alimentos, pero de tipo común e inocente."
Fuente: Plinio el Joven, Cartas, Libro 10, Carta 96.
Suetonio (c. 69-122 d.C.): En Vida de Claudio 25.4, Suetonio, otro historiador romano, menciona los disturbios en Roma causados por "Chrestus" (Cristo):
"Como los judíos causaban disturbios constantemente a instigación de Chrestus, los expulsó de Roma."
Fuente: Suetonio, Vida de los doce césares: Vida de Claudio, 25.4.
Mara bar Serapion (c. siglo I o II d.C.): En una carta escrita por Mara bar Serapion a su hijo, el autor hace una comparación entre Jesús, Sócrates y Pitágoras, mencionando que los judíos causaron su propia ruina al ejecutar a su "sabio rey":
"¿Qué ganaron los atenienses ejecutando a Sócrates? Hambre y pestilencia les sobrevino como juicio por su crimen. ¿Qué ganaron los hombres de Samos al quemar a Pitágoras? En un momento su tierra fue cubierta de arena. ¿Qué ganaron los judíos al ejecutar a su sabio rey? Justo después de ese evento, su reino fue abolido. Dios, con justicia, vengó a estos tres hombres sabios. Los atenienses murieron de hambre; los samios fueron abrumados por el mar; los judíos, arruinados y expulsados de su tierra, viven en completa dispersión. Pero Sócrates no está muerto; sigue enseñando a través de Platón. Pitágoras no está muerto; vive en la estatua de Hera. Tampoco está muerto el sabio rey; vive en las enseñanzas que dio."
Fuente: Carta de Mara bar Serapion, conservada en el Museo Británico, manuscrito Siriaco adicional 14,658.
Luciano de Samosata (c. 125-180 d.C.): En La muerte de Peregrino 11-13, Luciano, un satírico griego, hace referencia a los cristianos y a Cristo, a quien considera su fundador crucificado:
"Los cristianos, ya sabes, adoran a un hombre hasta este día: el distinguido personaje que introdujo sus ritos nuevos, y fue crucificado por eso... Además, su primer legislador les convenció de que todos ellos son hermanos unos de otros después de haber transgredido una vez por todos, negando a los dioses griegos, adorando a ese sofista crucificado y viviendo bajo sus leyes."
Fuente: Luciano de Samosata, La muerte de Peregrino, 11-13.
Estas fuentes, que incluyen relatos independientes y testimonios de testigos oculares, fueron escritas en los primeros 80 años después de la crucifixión de Jesús. A pesar de su antigüedad, no existen testimonios contemporáneos que los contradigan.
Además, la cantidad de manuscritos que preservan estos textos es asombrosa, con más de 25,000 copias en lenguas como griego, latín, siríaco, copto, armenio, etíope, georgiano, y más, un hecho notable considerando que estamos hablando de un hombre que vivió en una pequeña región del Medio Oriente.